Bocinante salió de su arresto domiciliario el miércoles, cumplió una condena de dos semanas por malcriada en el ride San Ramón - Miramar, y yo me sentía motivado a cletear por primera vez desde La Ruta. Salimos dos veces el miércoles, primero con Carlitos y después con Jonathan (nuevo dueño de Bocinante II; ya es un mónstruo a pesar de solo haber salido como cinco veces) para hacer un total de 60 km. El viernes otra vez con Jonathan, la vuelta de San José de la Montaña - Chago's bar - Birrí, 35 km que yo pensé que iba a matar al pobre novato, pero apenas sudó. Ojo con ese mae, un par de meses más y está listo para las olimpiadas.
Volviendo al tema del Guoyoyoi Navideño, ya había hecho este ride hace un año, fue mi primer periplo serio y la inspiración para el montón de idioteces subsiguientes. Aquella vez fue una experiencia bonita pero dolorosa, los demás podían disfrutar el panorama de un noruego mal entrenado con un bulto gigantesco empujando los 30 kg de la muy malcriada Bocinante I en todas las cuestas, y bajando leeentamente con los ojos cerrados y sin suspensión.
Esta vez se suponía que iba a ser un brinco, con Bocinante III y un poco más de experiencia.
La salida en micro desde Tibás estaba programada para las 5, luego para las 6, y por supuesto terminamos saliendo del parqueo a las 7 y resto, y después de desayunar y chinear las cletas finalmente pudimos salir de Acosta a las 9 en punto, ya con buen sol para eliminar el riesgo de enfriarnos en media cuesta.
El ride empieza con una bajada sabrosa pero peligrosa de 8 km, puro lastre con piedritas sueltas y unas curvas diabólicas, la receta perfecta para una caída dolorosa, de las que te tienen sacando piedritas del codo el resto de la vida. Por dicha nadie tuvo ningún accidente, aunque tal vez hubiera sido menos doloroso quebrar un par de huesos que subir la cuesta de 12 km que seguía.
Aunque la cuesta es durilla, el verdadero problema fue el calor, según mi sistema hizo 6-7 grados, lo que equivale a más de 30 celsius. 6-7 se refiere al tiempo en segundos que se requiere para tomar una cervecita bien fría. (si hace más de 30 grados, normalmente equivale a menos de 0 grados celsius, debido a que la cervecita se congeló y hay que comerla con cuchara.) Pero bueno, todos o casi todos ya conocían la ruta y sabían qué esperar, y que yo sepa todos subieron los 12 km, algunos montados y otros caminando, pero todos chorreando agua. La excepción fue Juan Pablo, a quien muy convenientemente le dio dolores de piernas; subió en el carro escoba con birras y todo. Los demás tardamos cualquier cantidad de tiempo subiendo, parando a cada rato para tomar fotos de la vistada y de compas en agonía.
Donde terminó la cuesta, en el km 20, hubo un puesto de asistencia con hidratante y frutas, qué lujo, y después a bajar otra vez, una bajada larga pero no tan peligrosa como la primera. Hicimos un par de paradas técnicas por el río, algunos aprovecharon para meterse al agua, otros aprovecharon que había un bar cerca. Bocinante, por supuesto, alegó hidrofobia y se metió al bar, aparentemente estaba preocupada por nuestros muy bajos niveles de malta, lo que afortunadamente se pudo arreglar.
Ya bien malteados, a terminar la vara, unos 20 km de planos y los famosos "columpios", cinco cuestas que son bastante considerables si uno va deshidratado, tostado o simplemente cansado, y al final un largo plano entre las palmeras para terminar bien cansado. En Parrita, el organizador Carlos Ledezma nos estaba esperando con birras y comida, hay que destacar que la comida estuvo excesivamente rica, y aparentemente la temperatura andaba cerca de 0 grados; las birras desaparecieron mágicamente y a buen ritmo. A mi me tocó bañarme de último, y tuve que hacerlo en dos minutos y con el doc Abellan gritandome improperios desde afuera, ya se quería ir. Dormí como bebé drogado todo el viaje, llegamos a Tibás como a las 8.30, y el mismo Abellan muy amablemente me llevó a Heredia. Llegué a casa 17 horas después de haber salido, con 57 km en las piernas y sendas birras dando vueltas en la jupa, cansado pero feliz y a dormir hasta la próxima aventura ciclística.
Por cierto, posiblemente se va a repetir el ride el 20 de diciembre, pero desde Heredia y combinándolo con otro de los mejores rides que hay; el del Cerro Salvaje. Es un proyecto suicida, pero alguien tiene que hacerlo.
Volviendo al tema del Guoyoyoi Navideño, ya había hecho este ride hace un año, fue mi primer periplo serio y la inspiración para el montón de idioteces subsiguientes. Aquella vez fue una experiencia bonita pero dolorosa, los demás podían disfrutar el panorama de un noruego mal entrenado con un bulto gigantesco empujando los 30 kg de la muy malcriada Bocinante I en todas las cuestas, y bajando leeentamente con los ojos cerrados y sin suspensión.
Esta vez se suponía que iba a ser un brinco, con Bocinante III y un poco más de experiencia.
La salida en micro desde Tibás estaba programada para las 5, luego para las 6, y por supuesto terminamos saliendo del parqueo a las 7 y resto, y después de desayunar y chinear las cletas finalmente pudimos salir de Acosta a las 9 en punto, ya con buen sol para eliminar el riesgo de enfriarnos en media cuesta.
El ride empieza con una bajada sabrosa pero peligrosa de 8 km, puro lastre con piedritas sueltas y unas curvas diabólicas, la receta perfecta para una caída dolorosa, de las que te tienen sacando piedritas del codo el resto de la vida. Por dicha nadie tuvo ningún accidente, aunque tal vez hubiera sido menos doloroso quebrar un par de huesos que subir la cuesta de 12 km que seguía.
Aunque la cuesta es durilla, el verdadero problema fue el calor, según mi sistema hizo 6-7 grados, lo que equivale a más de 30 celsius. 6-7 se refiere al tiempo en segundos que se requiere para tomar una cervecita bien fría. (si hace más de 30 grados, normalmente equivale a menos de 0 grados celsius, debido a que la cervecita se congeló y hay que comerla con cuchara.) Pero bueno, todos o casi todos ya conocían la ruta y sabían qué esperar, y que yo sepa todos subieron los 12 km, algunos montados y otros caminando, pero todos chorreando agua. La excepción fue Juan Pablo, a quien muy convenientemente le dio dolores de piernas; subió en el carro escoba con birras y todo. Los demás tardamos cualquier cantidad de tiempo subiendo, parando a cada rato para tomar fotos de la vistada y de compas en agonía.
Donde terminó la cuesta, en el km 20, hubo un puesto de asistencia con hidratante y frutas, qué lujo, y después a bajar otra vez, una bajada larga pero no tan peligrosa como la primera. Hicimos un par de paradas técnicas por el río, algunos aprovecharon para meterse al agua, otros aprovecharon que había un bar cerca. Bocinante, por supuesto, alegó hidrofobia y se metió al bar, aparentemente estaba preocupada por nuestros muy bajos niveles de malta, lo que afortunadamente se pudo arreglar.
Ya bien malteados, a terminar la vara, unos 20 km de planos y los famosos "columpios", cinco cuestas que son bastante considerables si uno va deshidratado, tostado o simplemente cansado, y al final un largo plano entre las palmeras para terminar bien cansado. En Parrita, el organizador Carlos Ledezma nos estaba esperando con birras y comida, hay que destacar que la comida estuvo excesivamente rica, y aparentemente la temperatura andaba cerca de 0 grados; las birras desaparecieron mágicamente y a buen ritmo. A mi me tocó bañarme de último, y tuve que hacerlo en dos minutos y con el doc Abellan gritandome improperios desde afuera, ya se quería ir. Dormí como bebé drogado todo el viaje, llegamos a Tibás como a las 8.30, y el mismo Abellan muy amablemente me llevó a Heredia. Llegué a casa 17 horas después de haber salido, con 57 km en las piernas y sendas birras dando vueltas en la jupa, cansado pero feliz y a dormir hasta la próxima aventura ciclística.
Por cierto, posiblemente se va a repetir el ride el 20 de diciembre, pero desde Heredia y combinándolo con otro de los mejores rides que hay; el del Cerro Salvaje. Es un proyecto suicida, pero alguien tiene que hacerlo.
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