Cerramos el año 2009 con broche de oro, había que abrir el 2010 de manera parecida. La vuelta al Humo es uno de esos rides míticos, basta mencionarlo a un ciclista y empieza a babear y a autoflagelarse. En lo personal nunca lo había hecho, a pesar de querer hacerlo desde hace un año, ya que era imposible conseguir a un baquiano. Me parecía curioso que nadie quería hacer un ride tan famoso, y en algún momento en la tarde del 2 de enero del 2010 entendí el por qué de la renuencia.
Todo empezó como cualquier otro ride; me levanté a las 4.30 después de dormir una hora y media, tomé un barril de café, bañé a la pobre bocinante que todavía estaba mugre del último periplo, salí tarde de la casa, me devolví porque había olvidado la ánfora, salí otra vez y me monté al carro del samaritano del día, Esteban, quien vino desde San Fransisco de dos Ríos para darme ride hasta Paraíso.
De Paraíso fuimos en cleta hasta Orosi, donde nos encontramos con el resto del grupo, incluyendo a Juanpa, el muy loco venía en bici desde San Isidro de Heredia (y después de vuelta hasta San Miguel). De Orosi seguimos hacia Tapantí, pero nos desviamos a la izquierda después del puente. Luego, por si alguien quiere hacer la ruta, no hay manera de perderse; la calle sigue hasta Pejivalle. Primero una cuesta bastante considerable, después una bajada laaarga y muy vacilona. Tiene sus trucos, como zanjas y piedra suelta, pero nada realmente feo. No hubo ningún accidente, lo único fue el pinchazo tradicional, esta vez fue Esteban.
Después de 15 km de bajada llegamos a Pejivalle. (Mis fuentes de la zona me aseguran que se escribe así, ya que se llama de esa manera porque es un valle, y no una fruta. Tucurrique es el pueblo que tiene que ver con Pejibayes, Pejivalle no. Interesantemente, placas y rótulos de Pejivalle dicen "Pejibaye", excepto en la escuela, donde letras grandes forman, orgullosamente, las palabras Escuela de Pejivalle. Hace muchos años, un grupo de ciudadanos se hartaron de la confusión y fundaron dos pueblos ortográficamente seguros; Humo y Gato.)
En todo caso, Pejivalle fue víctima de la primera parada técnica, luego seguimos por Tucurrique hasta el Congo, donde, en vez de seguir por la calle asfaltada y llegar a Orosi como lo haría la gente decente, doblamos a la derecha por la iglesia. Primero una bajada por asfalto, llegamos a un puente y ahí mismo empezó la diversión; a subir cuestas, carajos! Semejante barbaridad, interminable y con pendientes impresionantes, pero de repente, cuando todo parecía oscuro y sin esperanza, vimos en las tinieblas una luz y escuchamos un canto celestial, no de ángeles sino de águilas. Resulta que en el medio de la absolutamente nada, un señor realmente maravilloso, un ejemplo de seguir para toda la humanidad, decidió poner un barcito. Se llama The Northern Bar, y el rótulo tiene la imagen de una locomotora, en honor al tren que pasó por ahí hace quién sabe cuántos años. En fin, no hay que entrar en detalles, pero salimos de ahí con una preocupación menos.
Por otro lado, mientras estabamos ahí empezó a llover, y uno de los baquianos explicó el resto de la ruta. Primero dijo que ya prácticamente no había que subir y, paradójicamente, nos indicó la próxima montaña que había que subir. Una monstruosidad de montaña, diez veces más alta que el Irazú. Cuando ibamos subiendo, don Jorge indicó que existía un atajo. Don Jorge es un señor de 62 años que conoce absolutamente todos los trillos de Cartago y alrededores, asi que nadie protestó a pesar de que el atajo presentó, a primera vista, ciertos rasgos de "atajo".
Lo que nadie sabía era que don Jorge, veterano de la Ruta de los Conquistadores, había conspirado con Bocinante desde hace rato. Dos fuerzas malignas unidas para perdernos a todos. Si Bocinante logra perderme aún cuando no conoce, imaginense ahora que sí conocía todas las opciones. Yo no sospeché nada, a pesar de que Bocinante estaba temblando y jalandome hacia el "atajo", como si éste fuera un hoyo negro.
Sobra decir que el atajo tuvo sus cuestas, luego terminamos en medio de un cañazo de caña de azúcar, con posibles atajos por doquier. Aunque nos perdimos una vez y hubo que devolverse, me parece impresionante que alguien supo como salir de ahí. Ya todos andabamos cansados, nadie hablaba, si hubiera salido una mujer media chinga entre la caña creo que ni uy le decían.
Llegamos a un cruce; tres posibilidades. Una que llevaba a la carretera, otra con una cadena y una tercera yendo para Quién Sabe Dónde. Ahí hubo cierta discordia entre los que conocían, como Darth Vader y Luke disputando sobre el mejor uso de la Fuerza, uno quería irse por la opción encadenada, don Jorge opinaba que mejor irse por Quién Sabe Dónde, y se fue. Bocinante, por supuesto, siguió a su aliado, igual que algunos otros. La mayoría optó por saltar cercas. La buena noticia fue que era pura bajada, la mala noticia fue que la bajada era medio peligrosilla, y que había que volver a subir después. Bajando, yo iba detrás de Tony, pero de repente desapareció como si la estrella de la muerte lo hubiera aniquilado. Pero no, lo que pasó fue que decidió seguir hacia el precipicio, por dicha se estrelló contra un árbol y no siguió hasta el fondo, y por más dicha estuve ahí para tomarle la foto. Cinco minutos después, Memo se cayó solo, otra oportunidad alegre para tomar una foto de un ser humano en su peor momento.
Al rato nos topamos con el resto del grupo, ya faltaba poco, los que iban para Cartago se fueron por un lado y los que ibamos para Paraíso y Orosi para otro. Como suele pasar, los que no conocían iban autodirigiendose, iban soplados hacia Donde Sea, ya me dió pereza seguirlos y dar otra vuelta innecesaria, por lo que hice lo que la Iglesia dice que hay que hacer en estas situaciones; seguír al baquiano. Para rematar decidimos subir por el Calvario para llegar a Paraíso, llegamos, pero apenas. Cansado, empapado y congelado pero feliz, con 80+ km en las piernas, me senté a esperar a Esteban para que me diera ride a la casa. Después de dos horas todavía no había aparecido, ya eran las 5.30, tuve que llamar a mi esposa para que viniera a Cartago con la grúa. Yendo para Cartago recuperé un poco de calor, suficiente para poder pronunciar la palabra pilsen en el barcito, por lo que ésta crónica tuvo el final más feliz imaginable.
En resumen, uno de los mejores rides que he hecho, exigente pero divertido, y con muy buena compañía. Hay que volver a hacerlo, pero ojalá sin lluvia.
Todo empezó como cualquier otro ride; me levanté a las 4.30 después de dormir una hora y media, tomé un barril de café, bañé a la pobre bocinante que todavía estaba mugre del último periplo, salí tarde de la casa, me devolví porque había olvidado la ánfora, salí otra vez y me monté al carro del samaritano del día, Esteban, quien vino desde San Fransisco de dos Ríos para darme ride hasta Paraíso.
De Paraíso fuimos en cleta hasta Orosi, donde nos encontramos con el resto del grupo, incluyendo a Juanpa, el muy loco venía en bici desde San Isidro de Heredia (y después de vuelta hasta San Miguel). De Orosi seguimos hacia Tapantí, pero nos desviamos a la izquierda después del puente. Luego, por si alguien quiere hacer la ruta, no hay manera de perderse; la calle sigue hasta Pejivalle. Primero una cuesta bastante considerable, después una bajada laaarga y muy vacilona. Tiene sus trucos, como zanjas y piedra suelta, pero nada realmente feo. No hubo ningún accidente, lo único fue el pinchazo tradicional, esta vez fue Esteban.
Después de 15 km de bajada llegamos a Pejivalle. (Mis fuentes de la zona me aseguran que se escribe así, ya que se llama de esa manera porque es un valle, y no una fruta. Tucurrique es el pueblo que tiene que ver con Pejibayes, Pejivalle no. Interesantemente, placas y rótulos de Pejivalle dicen "Pejibaye", excepto en la escuela, donde letras grandes forman, orgullosamente, las palabras Escuela de Pejivalle. Hace muchos años, un grupo de ciudadanos se hartaron de la confusión y fundaron dos pueblos ortográficamente seguros; Humo y Gato.)
En todo caso, Pejivalle fue víctima de la primera parada técnica, luego seguimos por Tucurrique hasta el Congo, donde, en vez de seguir por la calle asfaltada y llegar a Orosi como lo haría la gente decente, doblamos a la derecha por la iglesia. Primero una bajada por asfalto, llegamos a un puente y ahí mismo empezó la diversión; a subir cuestas, carajos! Semejante barbaridad, interminable y con pendientes impresionantes, pero de repente, cuando todo parecía oscuro y sin esperanza, vimos en las tinieblas una luz y escuchamos un canto celestial, no de ángeles sino de águilas. Resulta que en el medio de la absolutamente nada, un señor realmente maravilloso, un ejemplo de seguir para toda la humanidad, decidió poner un barcito. Se llama The Northern Bar, y el rótulo tiene la imagen de una locomotora, en honor al tren que pasó por ahí hace quién sabe cuántos años. En fin, no hay que entrar en detalles, pero salimos de ahí con una preocupación menos.
Por otro lado, mientras estabamos ahí empezó a llover, y uno de los baquianos explicó el resto de la ruta. Primero dijo que ya prácticamente no había que subir y, paradójicamente, nos indicó la próxima montaña que había que subir. Una monstruosidad de montaña, diez veces más alta que el Irazú. Cuando ibamos subiendo, don Jorge indicó que existía un atajo. Don Jorge es un señor de 62 años que conoce absolutamente todos los trillos de Cartago y alrededores, asi que nadie protestó a pesar de que el atajo presentó, a primera vista, ciertos rasgos de "atajo".
Lo que nadie sabía era que don Jorge, veterano de la Ruta de los Conquistadores, había conspirado con Bocinante desde hace rato. Dos fuerzas malignas unidas para perdernos a todos. Si Bocinante logra perderme aún cuando no conoce, imaginense ahora que sí conocía todas las opciones. Yo no sospeché nada, a pesar de que Bocinante estaba temblando y jalandome hacia el "atajo", como si éste fuera un hoyo negro.
Sobra decir que el atajo tuvo sus cuestas, luego terminamos en medio de un cañazo de caña de azúcar, con posibles atajos por doquier. Aunque nos perdimos una vez y hubo que devolverse, me parece impresionante que alguien supo como salir de ahí. Ya todos andabamos cansados, nadie hablaba, si hubiera salido una mujer media chinga entre la caña creo que ni uy le decían.
Llegamos a un cruce; tres posibilidades. Una que llevaba a la carretera, otra con una cadena y una tercera yendo para Quién Sabe Dónde. Ahí hubo cierta discordia entre los que conocían, como Darth Vader y Luke disputando sobre el mejor uso de la Fuerza, uno quería irse por la opción encadenada, don Jorge opinaba que mejor irse por Quién Sabe Dónde, y se fue. Bocinante, por supuesto, siguió a su aliado, igual que algunos otros. La mayoría optó por saltar cercas. La buena noticia fue que era pura bajada, la mala noticia fue que la bajada era medio peligrosilla, y que había que volver a subir después. Bajando, yo iba detrás de Tony, pero de repente desapareció como si la estrella de la muerte lo hubiera aniquilado. Pero no, lo que pasó fue que decidió seguir hacia el precipicio, por dicha se estrelló contra un árbol y no siguió hasta el fondo, y por más dicha estuve ahí para tomarle la foto. Cinco minutos después, Memo se cayó solo, otra oportunidad alegre para tomar una foto de un ser humano en su peor momento.
Al rato nos topamos con el resto del grupo, ya faltaba poco, los que iban para Cartago se fueron por un lado y los que ibamos para Paraíso y Orosi para otro. Como suele pasar, los que no conocían iban autodirigiendose, iban soplados hacia Donde Sea, ya me dió pereza seguirlos y dar otra vuelta innecesaria, por lo que hice lo que la Iglesia dice que hay que hacer en estas situaciones; seguír al baquiano. Para rematar decidimos subir por el Calvario para llegar a Paraíso, llegamos, pero apenas. Cansado, empapado y congelado pero feliz, con 80+ km en las piernas, me senté a esperar a Esteban para que me diera ride a la casa. Después de dos horas todavía no había aparecido, ya eran las 5.30, tuve que llamar a mi esposa para que viniera a Cartago con la grúa. Yendo para Cartago recuperé un poco de calor, suficiente para poder pronunciar la palabra pilsen en el barcito, por lo que ésta crónica tuvo el final más feliz imaginable.
En resumen, uno de los mejores rides que he hecho, exigente pero divertido, y con muy buena compañía. Hay que volver a hacerlo, pero ojalá sin lluvia.
exelente relato mae, y las fotos buenísimas!! cada vez que hago este ride es una ventura diferente! 1000% recomendado para fiebres a adictos a mtb :)
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